26 de septiembre de 2008

LA JAURÍA HUMANA

Todos los años, especialmente en fechas veraniegas, se celebran fiestas populares en muchos pueblos de España. Y uno de sus principales alicientes es el maltrato sobre animales, que se convierten, una vez más, en víctimas elegidas para el disfrute y el desfogue de gran parte de su población.
Tenemos demasiados ejemplos de esta barbarie: Tordesillas, en Valladolid, con su Toro de la Vega, el Toro de Coria en Cáceres, el Toro de Júbilo en Medinaceli –Soria-, el Toro enmaromado de Benavente en Zamora ; los bous al carrer de todo el levante español; toros embolados con bolas de fuego, novillos que se tiran al agua y ahogados en el delta del Ebro, toros arrastrados con cuerdas o enmaromados, becerros estoqueados por la gente en Algemesí …pisoteados y acribillados hasta la muerte en muchísimos pueblos de nuestra geografía; en definitiva y para hablar claro: miles de toros masacrados en los encierros de nuestras fiestas populares.
A diario los telediarios y la prensa destacan con sus imágenes semejantes acontecimientos como propios y dignos de figurar en sus secciones de cultura y ocio, además de resaltar que son merecedores de declaraciones oficiales de interés turístico no ya solo regional, sino también nacional y, más aún, internacional.

Mientras espero una tarde las horas de juego de mi hijo, voy dando un repaso a la prensa y al ver el elogio que se hace a este tipo de noticias, me invade una gran sensación de malestar y de nerviosismo ante la impotencia más absoluta. Esta sensación de verse maniatada por una corriente de pensamiento que se nos quiere imponer para hacernos creer a la mayoría de ciudadanos que el trato tan injusto que se le da a los animales en España y especialmente a toros, novillos, vacas y becerros, puede ser algo que nos agrade y regocije. Nada más lejos de la realidad: se emplean para el divertimento más vil y con las formas más sutiles de tormento.
Nosotros, los ciudadanos de a pie, no podemos contemplarlo por más tiempo ni considerarlo algo alegre o festivo, ni tampoco acorde con los tiempos que vivimos. Es más, es imposible pensar que todo esto pueda formar parte de la cultura ni de la idiosincrasia de un pueblo.

Simplemente, es aberrante. Es deleznable seguir promoviendo esta violencia en tantos pueblos españoles donde se tortura hasta la muerte a toros y vaquillas, sólo para que una multitud enfervorecida por el morbo de la sangre y por la ingesta de alcohol desahogue sus más bajos instintos, condenando a seres inocentes a la muerte menos digna y más depravada.

Y a mí se me ocurre pensar:
¡Cuánta doble moral hay en esta sociedad en que se discute el suicidio asistido, la muerte digna, la violencia de género, las leyes de dependencia para una mejor calidad de vida de discapacitados y ancianos, la igualdad de género, la defensa de los menores en todos los ámbitos! y, al mismo tiempo, ¿Cómo podemos permitir que existan este tipo de salvajadas en nuestras ciudades y pueblos?¿ Cuándo llegaremos a pensar que todas estas lacras que queremos desterrar, al mismo tiempo las estamos alimentando por otro lado, fomentando estas conductas violentas?

Nuestra clase política debe hacer ya un examen de conciencia y no permitir por más tiempo el abuso que se está cometiendo, pues a mí personalmente me da vergüenza de la imagen que da España dentro y fuera de nuestras fronteras.
Sin duda ninguna, hay que reformar de una vez por todas, sin miedos y sin exclusiones, el Código Penal y las Leyes de Protección Animal, es más, tiene que haber una Ley Estatal de Protección Animal, que sea marco de las múltiples legislaciones autonómicas.
Es ya un clamor “callado”-valga la antítesis-, el de tantas asociaciones y personas que piden, que pedimos, un trato justo para los animales en España. No creo que nuestros representantes puedan hacer por más tiempo oídos sordos ante las peticiones de la ciudadanía, de las muchas asociaciones antitaurinas y de defensa de los derechos de los animales y de tantas concentraciones y manifestaciones en la calle.

Ya está bien de hacer una “industria” de la violencia ejercida sobre animales inocentes. No cabe la condena al trato de personas y animales en países como China por ejemplo, pues nosotros en España encabezamos ese ranking de países donde el maltrato a los animales es fehaciente y además impune.

Será necesario que una vez más, se movilice la ciudadanía para que dejen ya de amordazarnos con el triste espectáculo de sangre y fuego y para que no intenten adormecernos con ese maldito opio, pues es imposible que ante tanta impasividad y ante tanto espectáculo de crueldad gratuíta, la revolución de las conciencias no esté cerca.

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